miércoles, 26 de noviembre de 2008

Cortázar, "Un" Cuento y "Un" Blog

Al crear el blog, no tuve dificultades, ya estaba de cierta forma, un poco familiarizado con la idea, cuando supe que tenía que buscar cuentos fantásticos pensé inmediatamente en "Casa Tomada" ya que es uno de mis favoritos, pero cuando se nos comunicó que no lo podíamos desarrollar sentí una inevitable tristeza, mas no me rendí y busqué otro cuento, así llegué a Lejana, de Julio Cortázar y al leerlo sentí lo mismo que en casa tomada una intriga que me embargó a medida que leía, pero esa intriga no se disipó.
Este trabajo, realmente me fue una oportunidad, entretenida y mucho más sencilla (ya que solo la hemos desarrollado en casa y no nos suponía un problema extra escolar) que una prueba o una disertación y además me sirvió para conocer mucho más sobre Cortázar y su literatura que realmente me gusta mucho.

Lejana es un cuento que me provocó una sensación de ganas de conocer por qué pasó todo, pero esas ganas quedaron así, ya que el libro no contestó mis dudas, vi este trabajo como una oportunidad de conocer mejor al cuento, busqué información para desarrollar un análisis más adecuado y así por fin, contestar mis interrogantes.

Lejana - Análisis cuento

Argumento / Enfoque

Alina Reyes; una chica normal, que sufría de una especie de personalidad doble, además nuestra protagonista va escribiendo lo que vive diariamente, o en un período de tiempo determinado para mantenernos siempre al tanto de todo lo que pasa en su vida. Alina nos cuenta como un dolor la atormenta. Al recorrer las páginas del relato llegamos a comprender que ese dolor proviene del sufrimiento, físico y sicológico de la segunda personalidad de Alina, su alter ego, quien es una vagabunda.
Además en lejana vemos también, otra complejidad en las escrituras de Alina, ella realmente está buscando su identidad y decide casarse con, quien cree, el hombre de su vida, se casan y viajan a un lugar el cual Alina, de cierto modo, ya conocía; la ciudad donde vive su otro yo.
Finalmente Alina se encuentra con su otro yo, y aquí surge un suceso no esperado, Alina se intercambia con su otro yo volviéndose ella, en la mendiga y al mismo tiempo viendo su sueño hacerse realidad, ella ahora se ve ella como en sus sueños, como una mendiga.
Personajes
El cuento posee un personaje que se divide en dos , los demás personajes son solo personajes que no tienen relevancia alguna en el argumento o enfoque central del cuento.
El primer personaje que aparece es Alina Reyes, una chica de buen estatus social pero que sufre "sueños" con otra persona quien sufre a causa de golpes y malos tratos, ella llama a esa otra, "La Lejana" ya que no conoce su nombre mas sólo sabe que vive lejos de ella. Es un personaje poeta, escribe su diario con versos incluso:
"Tengo que repetir versos, o el sistema de buscar palabras con a, después con a y e, con las cinco vocales, con cuatro. Con dos y una consonante (ala, ola), con tres consonantes y una vocal (tras, gris) y otra vez versos, la luna bajó a la fragua con su polisón de nardos, el niño la mira mira, el niño se está mirando. Con tres y tres alternadas, cábala, laguna, animal; Ulises, ráfaga, reposo"
Incluso se le puede considerar un personaje extravagante y de cierta forma, intrigante.
El segundo personaje que se nos presenta es "La lejana" personaje que le da su nombre al cuento, es el alter ego de Alina, una mendiga que sufre en un puente, no sabemos nada de ella a excepción de su forma de vestir, harapienta. Sabemos que "La lejana" es la segunda parte se Alina, la parte que sufre.
El tercer personaje que podemos incluir es a Alina "fusionada" con "La lejana" no sabemos nada de ella, aparte de que solo se presenta antes del quiebre de su alma.
Por qué es fantástico
Este es un cuento difícil de identificar, ya que, el echo irreal es algo difícil de diferenciar; Alina Reyes, es el echo irreal en sí, nosotros no nos podemos explicar porqué o más bien, qué está ocurriendo por qué ella sufre los daños de "la lejana" por qué Alina puede ver a "la lejana" y lo más importante cómo ocurre y por qué ocurre la división de las dos y en el momento en que se encuentran en el puente y se fusionan para luego separarse o intercambiar sus cuerpos, son hechos irreales que realmente nos hacen preguntarnos y querer averiguar, ¿Por qué? y ¿Cómo?.
Para terminar veremos el momento exacto en que el cuento deja de parecernos real y se torna a lo real (con momento exacto me refiero a cuando es más notorio y cuando cualquier lector se da cuenta que no es un relato cotidiano, ya que, si leemos con detención desde las primeras páginas que recorremos vemos que es fantástico).
" Cerró los ojos en la fusión total, rehuyendo las sensaciones de fuera, la luz crepuscular; repentinamente tan cansada, pero segura de su victoria, sin celebrarlo por tan suyo y por fin. Le pareció que dulcemente una de las dos lloraba. Debía ser ella porque sintió mojadas las mejillas, y el pómulo mismo doliéndole como si tuviera allí un golpe. También el cuello, y de pronto los hombros, agobiados por fatigas incontables. Al abrir los ojos (tal vez gritaba ya) vio que se habían separado. Ahora sí gritó. De frío, porque la nieve le estaba entrando por los zapatos rotos, porque yéndose camino de la plaza iba Alina Reyes lindísima en su sastre gris, el pelo un poco suelto contra el viento, sin dar vuelta la cara y yéndose "
Jerónimo Barrios (análisis)

lunes, 24 de noviembre de 2008

Lo fantástico, nuestra puerta a lo irreal


La literatura tiene la capacidad de transportarnos a diferentes mundos, tanto reales como mundos totalmente fuera de nuestra realidad, mundos del futuro o mundos del pasado, dentro de esta capacidad encontramos una puerta que nos abre al mundo de lo que, para nosotros, es imposible y nos sorprende y también a los personajes; eso, es lo fantástico, un mundo imposible para nosotros que nos sorprende, y muchas veces a los personajes también.
Acontecimientos Irreales: ¿Siempre hacen a la lectura fantástica?
Es una pregunta que todo lector se hace y la respuesta simple es. Todo relato fantástico tiene algo irreal, un echo que nos sorprenda y nos cause inquietud, pero no todos los echos irreales pertenecen al género de lo fantástico, tambien está lo maravilloso, lo extraño y la ciencia ficción; por tanto, lo fantástico contiene un echo irreal o algo real tranformado a lo irreal ( como es el caso de algunos cuentos fantásticos que el echo que nos sorprende no es algo irreal en un 100% si no que es un echo que nos confunde y extraña mas es algo posible ).
¿ Cómo reconocemos un cuento fantástico ?
Como antes mencionamos, existen varios tipos de literatura, de estética parecida que se nos confunden con lo fantástico.
Cuando se nos presenta un echo extraño y simplemente nos acostumbramos a él y lo pasamos asumiendolo no nos encontramos en un relato fantástico si no ante un relato del género de lo maravilloso ya que en ese relato, el echo irreal es algo totalmente normal, o cotidiano.
En el relato fantástico el echo extraño se nos presenta de una forma sin explicación, y esa explicación no la podemos conocer ni con nuestras propias leyes ni con lo que nos dice el relato, ya que este, no nos entrega ninguna explicación al echo.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Julio Cortázar - Una vida llena de sucesos

Julio Cortázar, escritor argentino nacido el 26 de agosto de 1914 en, un lugar poco común, Bélgica. No en cualquier lugar si no que en la embajada argentina, por eso Julio es conciderado como argentino. Nacido por obra del turismo y con un poco de diplomacia, Julio Cortázar desde niño fue un hombre, o joven en tal caso, de mundo ya que viajó por diversos lugares de Europa hasta instalarse en Argentina su pseudo país natal (ya que nació en la embajada se le puede conciderar así).

En la juventud Julio se recibió de Maestro Normal y luego de profesor normal (1935) pero de letras, siempre estuvo ligado al mundo de las letras y de lo literario.

e topó con un libro de Jean Cocteau, un total desconocido para él hasta aquel momento, titulado Opio, Diario de una desintoxicación, ese libro lo marcaría para siempre admitiéndolo años después en una publicación: “Sentí que toda una etapa de vida literaria estaba irrevocablemente en el pasado… desde ese día leí y escribí de manera diferente, ya con otras ambiciones, con otras visiones”.
Los derechos de autor de varias de sus obras fueron donados para ayudar a los presos políticos de varios países, demostrando, como muchos de los artistas de esa época, su espíritu solidario y su enamoramiento con el prójimo, cosa que a mi parecer es un ideal muy recurrente en los artistas de esa época, pero no por eso algo poco importante. Ayudo a muchos países entre ellos Argentina, en una actitud rectificante por lo que su país le entregó los primeros años de su vida, interesante punto ya que muchos de los autores no retribuyen a su país lo que les entregó después de triunfar en el exterior. En una carta a su amigo Francisco Porrúa de febrero de 1967, confesó: "el amor de Cuba por el Che me hizo sentir extrañamente argentino el 2 de enero, cuando el saludo de Fidel en la plaza de la Revolución al comandante Guevara, allí donde esté, desató en 300.000 hombres una ovación que duró diez minutos". Esa fascinación por Cuba y su revolución no duraría eternamente, ya que en una actitud muy poco afable fue exiliado de Cuba.
En noviembre de 1970 viajó a Chile, donde se solidarizó con el gobierno de Salvador Allende, el cual apoyaba al arte y a la literatura y pasó unos días para visitar a su madre y amigos, “y ahí el delirio fue una especie de pesadilla diurna” contó en una carta a Gregory Rabassa, muchos libros fueron quedamos al término del gobierno de Allende, a mi parecer, una mala obra social y cultural.
En agosto de 1981 sufrió una hemorragia gástrica , pero se salvó de milagro, no falleciendo así y dejandonos así más obras para leer como "Salvo el crepúsculo" y "El examen" obras que a mi me parecen agradables, más no son mis favoritas.
Cortázar muere de leucemia, que fue agravada por una depresión causada por la muerte de Carol Dunlop, un viejo amigo suyo.
En conclución, la vida de Córtazar y su literatura me han gustado mucho, marcado por las obras sociales que realizó, entre ellas, algunas en Chile, a mi gusto Cortázar fue un hombre bueno y que realmente es influenciado por buena literatura ya que sus cuentos son realmente inmejorables.

Lejana - Julio Cortázar



Descargar Libro Bestiario


Diario de Alina Reyes
12 de enero
Anoche fue otra vez, yo tan cansada de pulseras y farándulas, de pink champagne y la cara Renato Viñes, oh esa cara de foca balbuciante, de retrato de Doran Gray a lo último. Me acosté con gusto a bombón de menta, al Boogie del Banco Rojo, a mamá bostezada y cenicienta (como queda ella a la vuelta de las fiestas, cenicienta y durmiéndose, pescado enormísimo y tan no ella.)
Nora que dice dormirse con luz, con bulla, entre las urgidas crónicas de su hermana a medio desvestir. Qué felices son, yo apago las luces y las manos, me desnudo a gritos de lo diurno y moviente, quiero dormir y soy una horrible campana resonando, una ola, la cadena que Rex arrastra toda la noche contra los ligustros. Now I lay me down to sleep... Tengo que repetir versos, o el sistema de buscar palabras con a, después con a y e, con las cinco vocales, con cuatro. Con dos y una consonante (ala, ola), con tres consonantes y una vocal(tras, gris) y otra vez versos, la luna bajó a la fragua con su polisón de nardos, el niño la mira mira, el niño la está mirando. Con tres y tres aslternadas, cábala, laguna, animal; Ulises, ráfaga, reposo. Así paso horas: de cuatro, de tres y dos, y más tarde palíndromos. Los fáciles, salta Lenin el Atlas; amigo, no gima; los más difíciles y hermosos, átate, demoniaco Caín o me delata; Anás usó tu auto Susana. O los preciosos anagramas: Salvador Dalí, Avida Dollars; Alina Reyes, es la reina y... Tan hermoso, éste, porque abre un camino, porque no concluye. Porque la reina y... No, horrible. Horrible porque abre camino a esta que no es la reina, y que otra vez odio de noche. A esa que es Alina Reyes pero no la reina del anagrama; que será cualquier cosa, mendiga en Budapest, pupila de mala casa en Jujuy o sirvienta en Quetzaltenango, cualquier lejos y no reina. Pero sí Alina Reyes y por eso fue otra vez, sentirla y el odio.

20 de enero
A veces sé que tiene frío, que sufre, que le pegan. Puedo solamente odiarla tanto, aborrecer las manos que la tiran al suelo y también a ella, a ella toda vía más porque le pegan, porque soy yo y le pegan. Ah, no me desespera tanto cuando estoy durmiendo o corto un vestido o son las horas de recibo de mamá y yo sirvo el té a la señora de Regules o al chico de los Rivas. Entonces me importa menos, es un poco cosa personal, yo conmigo; la siento más dueña de su infortunio, lejos y sola pero dueña. Que sufra, que se hiele; yo aguanto desde aquí, y creo que entonces la ayudo un poco. Como hacer vendas para un soldado que todavía no ha sido herido y sentir eso de grato, que se le está aliviando desde antes, previsoramente. Que sufra. Le doy un beso a la señora de Regules, el té al chico de los Rivas, y me reservo para resistir por dentro. Me digo: «Ahora estoy cruzando un puente helado, ahora la nieve me entra por los zapatos rotos». No es que sienta nada. Sé solamente que es así, que en algún lado cruzo un puente en el instante mismo (pero no sé si es el instante mismo) en que el chico de los Rivas me acepta el té y pone su mejor cara de tarado. Y aguanto bien porque estoy sola entre esas gentes sin sentido, y no me desespera tanto. Nora se quedó anoche como tonta, dijo: «¿Pero qué te pasa?». Le pasaba a aquella, a mí tan lejos. Algo horrible debió pasarle, le pegaban o se sentía enferma y justamente cuando Nora iba a cantar a Fauré y yo en el piano, mirándolo tan feliz a Luis María acodado en la cola que le hacía como un marco, él mirándome contento con cara de perrito, esperando oír los arpegios, los dos tan cerca y tan queriéndonos. Así es peor, cuando conozco algo nuevo sobre ella y justo estoy bailando con Luis María, besándolo o solamente cerca de Luis María. Porque a mí, a la lejana, no la quieren. Es la parte que no quieren y cómo no me va a desgarrar por dentro sentir que me pegan o la nieve me entra por los zapatos cuando Luis María baila conmigo y su mano en la cintura me va subiendo como un calor a mediodía, un sabor a naranjas fuertes o tacuaras chicoteadas, y a ella le pegan y es imposible resistir y entonces tengo que decirle a Luis María que no estoy bien, que es la humedad, humedad entre esa nieve que no siento, que no siento y me está entrando por los zapatos.

25 de enero
Claro, vino Nora a verme y fue la escena. «M'hijita, la última vez que te pido que me acompañes al piano. Hicimos un papelón». Qué sabía yo de papelones, la acompañé como pude, me acuerdo que la oía con sordina. Votre âme est un paysage choisi... pero me veía las manos entre las teclas y parecía que tocaban bien, que acompañaban honestamente a Nora. Luis María también me miró las manos, el pobrecito, yo creo que era porque no se animaba a mirarme la cara. Debo ponerme tan rara. Pobre Norita, que la acompañe otra. (Esto parece cada vez más un castigo, ahora sólo me conozco allá cuando voy a ser feliz, cuando soy feliz, cuando Nora canta Fauré me conozco allá y no queda más que el odio).

Noche
A veces es ternura, una súbita y necesaria ternura hacia la que no es reina y anda por ahí. Me gustaría mandarle un telegrama, encomiendas, saber que sus hijos están bien o que no tiene hijos -porque yo creo que allá no tengo hijos- y necesita confortación, lástima, caramelos. Anoche me dormí confabulando mensajes, puntos de reunión. Estaré jueves stop espérame puente. ¿Qué puente? Idea que vuelve como vuelve Budapest donde habrá tanto puente y nieve que rezuma. Entonces me enderecé rígida en la cama y casi aúllo, casi corro a despertar a mamá, a morderla para que se despertara. Nada más que por pensar. Todavía no es fácil decirlo. Nada más que por pensar que yo podría irme ahora mismo a Budapest, si realmente se me antojara. O a Jujuy, a Quetzaltenango. (Volví a buscar estos nombres páginas atrás). No valen, igual sería decir Tres Arroyos, Kobe, Florida al cuatrocientos. Sólo queda Budapest porque allí es el frío, allí me pegan y me ultrajan. Allí (lo he soñado, no es más que un sueño, pero cómo adhiere y se insinúa hacia la vigilia) hay alguien que se llama Rod -o Erod, o Rodo- y él me pega y yo lo amo, no sé si lo amo pero me dejo pegar, eso vuelve de día en día, entonces es seguro que lo amo.

Más tarde
Mentira. Soñé a Rod o lo hice con una imagen cualquiera de sueño, ya usada y a tiro. No hay Rod, a mí me han de castigar allá, pero quién sabe si es un hombre, una madre furiosa, una soledad. Ir a buscarme. Decirle a Luis María: «Casémonos y me llevas a Budapest, a un puente donde hay nieve y alguien». Yo digo: ¿y si estoy? (Porque todo lo pienso con la secreta ventaja de no querer creerlo a fondo. ¿Y si estoy?). Bueno, si estoy... Pero solamente loca, solamente... ¡Qué luna de miel!

28 de enero
Pensé una cosa curiosa. Hace tres días que no me viene nada de la lejana. Tal vez ahora no le pegan, o no pudo conseguir abrigo. Mandarle un telegrama, unas medias... Pensé una cosa curiosa. Llegaba a la terrible ciudad y era de tarde, tarde verdosa y ácuea como no son nunca las tardes si no se las ayuda pensándolas. Por el lado de la Dobrina Stana, en la perspectiva Skorda, caballos erizados de estalagmitas y polizontes rígidos, hogazas humeantes y flecos de viento ensoberbeciendo las ventanas Andar por la Dobrina con paso de turista, el mapa en el bolsillo de mi sastre azul (con ese frío y dejarme el abrigo en el Burglos), hasta una plaza contra el río, casi en encima del río tronante de hielos rotos y barcazas y algún martín pescador que allá se llamará sbunáia tjéno o algo peor. Después de la plaza supuse que venía el puente. Lo pensé y no quise seguir. Era la tarde del concierto de Elsa Piaggio de Tarelli en el Odeón, me vestí sin ganas sospechando que después me esperaría el insomnio. Este pensar de noche, tan noche... Quién sabe si no me perdería. Una inventa nombres al viajar pensando, los recuerda en el momento: Dobrina Stana, sbunáia tjéno, Burglos. Pero no sé el nombre de la plaza, es como si de veras hubiera llegado a una plaza de Budapest y estuviera perdida por no saber su nombre; ahí donde un nombre es una plaza. Ya voy, mamá. Llegaremos bien a tu Bach y a tu Brahms. Es un camino tan simple. Sin plaza, sin Burglos. Aquí nosotras, allá Elsa Piaggio. Qué triste haberme interrumpido, saber que estoy en una plaza (pero esto ya no es cierto, solamente lo pienso y eso es menos que nada). Y que al final de la plaza empieza el puente. Noche Empieza, sigue. Entre el final del concierto y el primer bis hallé su nombre y el camino. La plaza Vladas, el puente de los mercados. Por la plaza Vladas seguí hasta el nacimiento del puente, un poco andando y queriendo a veces quedarme en casas o vitrinas, en chicos abrigadísimos y fuentes con altos héroes de emblanquecidas pelerinas, Tadeo Alanko y Vladislas Néroy, bebedores de tokay y cimbalistas. Yo veía saludar a Elsa Piaggio entre un Chopin y otro Chopin. pobrecita, y de mi platea se salía abiertamente a la plaza, con la entrada del puente entre vastísimas columnas. Pero esto yo lo pensaba, ojo, lo mismo que anagramar es la reina y... en vez de Alina Reyes, o imaginarme a mamá en casa de los Suárez y no a mi lado. es bueno no caer en la sonsera: eso es cosa mía, nada más que dárseme la gana, la real gana. Real porque Alina, vamos -no lo otro, no el sentirla tener frío o que la maltratan. Esto se me antoja y lo sigo por gusto, por saber adónde va, para enterarme si Luis María me lleva a Budapest, si nos casamos y le pido que me lleve a Budapest. Más fácil salir a buscar ese puente, salir en busca mía y encontrarme como ahora porque ya he andado la mitad del puente entre gritos y aplausos, entre «¡Álbeniz!» y más aplausos y «¡La polonesa!», como si esto tuviera sentido entre la nieve arriscada que me empuja con el viento por la espalda, manos de toalla de esponja llevándome por la cintura hacia el medio del puente. (Es más cómodo hablar en presente. Esto era a las ocho, cuando Elsa Piaggio tocaba el tercer bis, creo que Julián Aguirre o Carlos Guastavino, algo con pasto y pajaritos). Pero me he vuelto canalla con el tiempo, ya no le tengo respeto. Me acuerdo que un día pensé: «Allá me pegan, allá la nieve me entra por los zapatos y esto lo sé en el momento, cuando me está ocurriendo allá yo lo sé al mismo tiempo. ¿Pero por qué al mismo tiempo? A lo mejor me llega tarde, a lo mejor no ha ocurrido todavía. A lo mejor le pegarán dentro de catorce años, o ya es una cruz y una cifra en el cementerio de Santa Úrsula. Y me parecía bonito, posible, tan idiota. Porque detrás de eso una siempre cae en el tiempo parejo. Si ahora ella estuviera realmente entrando en el puente, sé que lo sentiría ya mismo y desde aquí. Me acuerdo que me paré a mirar el río que estaba sonando y chicoteando. (Esto yo lo pensaba). Valía asomarse al parapeto del puente y sentir en las orejas la rotura del hielo ahí abajo. Valía quedarse un poco por la vista, un poco por el miedo que me venía de adentro -o era el desabrigo, la nevisca deshecha y mi tapado en el hotel-. Y después que yo soy modesta, soy una chica sin humos, pero vengan a decirme de otra que le haya pasado lo mismo, que viaje a Hungría en pleno Odeón. Eso le da frío a cualquiera, che, aquí o en Francia. Pero mamá me tironeaba la manga,ya casi no había gente en la platea. Escribo hasta ahí, sin ganas de seguir acordándome de lo que pensé. Me va a hacer mal si sigo acordándome. Pero es cierto, cierto; pensé una cosa curiosa.

30 de enero
Pobre Luis María, qué idiota casarse conmigo. No sabe lo que se echa encima. O debajo, como dice Nora que posa de emancipada intelectual. 31 de enero Iremos allá. Estuvo tan de acuerdo que casi grito. Sentí miedo, me pareció que él entra demasiado fácilmente en este juego. Y no sabe nada, es como el peoncito de dama que remata la partida sin sospecharlo. Peoncito Luis María, al lado de su reina. De la reina y - 7 de febrero A curarse. No escrbiré el final de lo que había pensado en el concierto. Anoche la sentí sufrir otra vez. Sé que allá me estarán pegando de nuevo. No puedo evitar saberlo, pero basta de crónica. Si me hubiese limitado a dejar constancia de eso por gusto, por desahogo... Era peor, un deseo de conocer al ir releyendo; de encontar claves en cada palabra tirada al papel después de tantas noches. Como cuando pensé la plaza, el río roto y los ruidos, y después... Pero no lo escribo, no lo escribiré ya nunca. Ir allá a convencerme de que la soltería me dañaba, nada más que eso, tener veintisiete años y sin hombre. Ahora estará bien mi cachorro, mi bobo, basta de pensar, a ser al fin y para bien. Y sin embargo, ya que cerraré este diario, porque una o se casa o escribe un diario,las dos cosas no marchan juntas - ya ahora no me gusta salirme de él sin decir esto con alegría de esperanza, con esperanza de alegría. Vamos allá pero no ha de ser como lo pensé la noche del concierto. (Lo escribo, y basta de diario para bien mío). En el puente la hallaré y nos miraremos. La noche del concierto yo sentía en las orejas la rotura del hielo ahí abajo. Y será la victoria de la reina sobre esa adherencia maligna, esa usurpación indebida y sorda. Se doblegará si realmente soy yo, se sumará a mi zona iluminada, más bella y cierta; con sólo ir a su lado y apoyarle una mano en el hombro. Alina Reyes de Aráoz y su esposo llegaron a Budapest el 6 de abril y se alojaron en el Ritz. Eso era dos meses antes de su divorcio. En la tarde del segundo día Alina salió a conocer la ciudad y el deshielo. Como le gustaba caminar sola -era rápida y curiosa- anduvo por veinte lados buscando vagamente algo, pero sin proponérselo demasiado, dejando que el deseo escogiera y se expresara con bruscos arranques que la llevaban de una vidriera a otra, cambiando aceras y escaparates. Llegó al puente y lo cruzó hasta el centro andando ahora con trabajo porque la nieve se oponía y del Danubio crece un viento de abajo, difícil, que engancha y hostiga. Sentía como la pollera se le pegaba a los muslos (no estaba bien abrigada) y de pronto un deseo de dar vuelta, de volverse a la ciudad conocida. En el centro del puente desolado la harapienta mujer de pelo negro y lacio esperaba con algo fijo y ávido en la cara sinuosa, en el pliegue de las manos un poco cerradas pero ya tendiéndose. Alina estuvo junto a ella repitiendo, ahora lo sabía, gestos y distancias como después de un ensayo general. Sin temor, liberándose al fin -lo creía con un salto terrible de júbilo y frío- estuvo junto a ella y alargó también las manos, negándose a pensar, y la mujer del puente se apretó contra su pecho y las dos se abrazaron rígidas y calladas en el puente, con el río trizado golpeando en los pilares. A Alina le dolió el cierre de la cartera que la fuerza del abrazo le clavaba entre los senos con una laceración dulce, sostenible. Ceñía a la mujer delgadísima, sintiéndola entera y absoluta dentro de su abrazo, con un crecer de felicidad igual a un himno, a un soltarse de palomas, al río cantando. Cerró los ojos en la fusión total, rehuyendo las sensaciones de fuera, la luz crepuscular; repentinamente tan cansada, pero segura de su victoria, sin celebrarlo por tan suyo y por fin. Le pareció que dulcemente una de las dos lloraba. Debía ser ella porque sintió mojadas las mejillas, y el pómulo mismo doliéndole como si tuviera allí un golpe. También el cuello, y de pronto los hombros, agobiados por fatigas incontables. Al abrir los ojos (tal vez gritaba ya) vio que se habían separado. Ahora sí gritó. De frío, porque la nieve le estaba entrando por los zapatos rotos, porque yéndose camino de la plaza iba Alina Reyes lindísima en su sastre gris, el pelo un poco suelto contra el viento, sin dar vuelta la cara y yéndose